Ir al contenido principal

Juan el Travieso y el botón misterioso

Hoy, la curiosidad de Juan el Travieso lo llevó a meterse en otro lío, esta vez en la casa de su tío Daniel.

Era un sábado por la mañana, y la madre de Juan tuvo que salir de casa, así que decidió dejar a Juan con su tío Daniel. A Juan le encantaba estar en la casa de su tío porque siempre había algo interesante: dispositivos tecnológicos, paneles llenos de botones, y un montón de artilugios que Juan no entendía del todo, pero que le fascinaban.

El tío Daniel, un fanático de las nuevas tecnologías, estaba ocupado tomando una ducha mientras Juan, curioso, exploraba el pasillo de entrada. Había un panel en la pared con un montón de botones que siempre había visto cuando visitaba la casa, pero que nunca había podido tocar. Hoy era el día perfecto para probar qué hacían esos botones. Sin pensárselo dos veces, Juan apretó uno de los botones más grandes.

Juan pretende tocar el botón mas grande del panel


De repente, un ruido ensordecedor llenó toda la casa. ¡La alarma antiintrusos había comenzado a sonar! Juan se sobresaltó y trató de apagarla, pero no tenía idea de cómo hacerlo. Los ladridos de Max, el perro que también había ido con él, se unieron al ruido de la alarma, haciendo que todo se volviera un caos.

El tío Daniel salió corriendo de la ducha, envuelto solo en una toalla, con el rostro lleno de preocupación.

—¡Juan! ¿Qué has hecho? —gritó mientras corría hacia el panel para apagar la alarma.

Juan, con los ojos bien abiertos, no sabía qué decir. El tío Daniel apagó la alarma tras varios intentos y suspiró aliviado, aunque claramente enfadado. Para empeorar las cosas, algunos vecinos se habían acercado a la puerta para ver qué estaba ocurriendo.

—Esto no es un juego, Juan. Las alarmas son cosas serias —dijo el tío Daniel mientras trataba de calmarse y pedir disculpas a los vecinos que ya se marchaban.

De regreso a casa, la madre de Juan se enteró de lo sucedido y le explicó que, aunque su curiosidad era algo bueno, a veces tenía que aprender a controlarla, especialmente en lugares donde podía causar problemas. Juan asintió y se sintió un poco apenado; comprendía que había dado un buen susto a su tío.

Sin embargo, unos días después, volvió a la casa de su tío Daniel. Esta vez, decidió que no tocaría nada sin permiso, aunque la tentación seguía rondando por su mente. El tío Daniel, que notó que Juan estaba más tranquilo, quiso recompensarlo por su esfuerzo.

—Juan, veo que hoy estás controlando muy bien tu curiosidad. ¿Qué te parece si te enseño algo especial que tengo en el sótano? —le dijo el tío con una sonrisa.

Juan asintió emocionado, y juntos bajaron al sótano. Allí, el tío Daniel tenía un scalextric montado, con coches de colores y una pista llena de curvas y obstáculos. Le explicó a Juan cómo funcionaba y le permitió manejar los controles. La emoción de ver los coches correr por la pista hizo que Juan se olvidara de su impulso de tocar todo sin preguntar.

Así, Juan aprendió que a veces, ser paciente le permitía descubrir cosas aún más divertidas. Desde entonces, cada vez que visitaba a su tío, exploraba con su permiso, sabiendo que así podría vivir aventuras sin problemas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Saltarín y Brincón: La Gran Escapada

 Era una mañana soleada en el bosque, y Saltarín y Brincón , dos conejitos llenos de curiosidad, habían decidido aventurarse un poco más allá de su habitual zona de juegos. Llevaban mucho tiempo explorando las partes más seguras del bosque, pero ese día querían algo distinto. Querían ver qué había más allá del viejo roble, el gran árbol que marcaba el límite de su territorio conocido. —¿Crees que habrá algo interesante más allá del roble? —preguntó Saltarín, con sus orejas erguidas y los ojos llenos de emoción. —Seguro que sí, siempre he tenido curiosidad por saber qué hay más allá —respondió Brincón, dando un pequeño salto de entusiasmo. Los dos conejitos saltaron juntos, cruzando el límite que sus padres siempre les habían dicho que no debían pasar. La emoción de lo desconocido los guiaba mientras se adentraban en una parte del bosque que nunca habían visto antes. Había plantas nuevas, aromas diferentes y una extraña sensación de aventura que los envolvía. Saltarín y Brincón se ...

Manuel y su Amor por los Pájaros

  Manuel era un niño de 4 años, lleno de energía y con una imaginación inagotable . Tenía dos hermanos menores, Ignacio y Fernando , a los que adoraba, pero también disfrutaba de ser el mayor y de poder contarles todas las cosas que él sabía. Y Manuel sabía muchas cosas, sobre todo cuando se trataba de su tema favorito: los pájaros . Desde que aprendió a hablar, Manuel se había vuelto muy charlatán. A sus padres y a todos sus familiares les sorprendía lo bien que hablaba para su edad. Podía mantener una conversación sobre casi cualquier cosa, pero lo que más le apasionaba eran los pájaros . Conocía muchísimos nombres de especies diferentes y, aunque sus hermanos aún eran pequeños para entenderlo todo, a Manuel le encantaba compartir sus conocimientos con ellos, esperando que algún día compartieran también su amor por las aves. Manuel tenía una colección impresionante de juguetes de pájaros . Había pájaros de madera, pájaros de peluche, e incluso algunos de plástico que podían bat...

Sol y la montaña de almohadas

 El pequeño Sol estaba en plena fase de exploración. Con apenas un año de edad, su curiosidad y energía parecían no tener límites. Esta vez, sus padres habían organizado una pequeña área de juego en el salón, donde habían dispuesto muchas almohadas de todos los tamaños y colores para que él pudiera gatear y trepar sin peligro. Las almohadas estaban apiladas como una gran montaña mullida , un escenario perfecto para las travesuras de Sol. Sol miró aquella enorme pila de almohadas con fascinación. Le parecía la cosa más emocionante del mundo. Sus pequeños ojos brillaban con entusiasmo, y sin pensarlo dos veces, decidió que era hora de emprender una gran aventura de escalada . Comenzó gateando con determinación hacia la montaña, empujando las almohadas con sus manitas y pies. Cada vez que intentaba escalar, alguna almohada se movía y él se deslizaba hacia abajo, aterrizando de forma divertida sobre las otras. Pero, lejos de frustrarse, Sol reía a carcajadas . Cada caída era para él u...