Sol había aprendido a gatear, y con ello, el pequeño se había convertido en una fuente constante de sorpresas para sus padres. Desde que empezó a moverse por toda la casa, su mamá y su papá tuvieron que volverse muy creativos para mantener a Sol seguro. Terminaron poniendo vallas por toda la casa, rodeando muebles y creando pequeños espacios para que Sol pudiera explorar sin peligro. Era como si hubieran convertido el hogar en un laberinto lleno de barreras, pero todo era para asegurarse de que su travieso pequeño no terminara metiéndose en algún lío.
Esa tarde, los padres de Sol estaban en el salón, convencidos de que su hijo estaba seguro en el parque infantil que habían colocado allí. Sin embargo, al girarse para echarle un vistazo, el parque estaba vacío. La mamá de Sol se sobresaltó y el papá también, intercambiando miradas llenas de preocupación. ¿Dónde podría estar Sol? Ambos se levantaron rápidamente y comenzaron a buscar por toda la casa.
—¡Sol! —llamó su mamá con la voz algo temblorosa, mientras miraba bajo la mesa del comedor.
—¡Sol, pequeño, ¿dónde estás? —preguntó su papá, mirando detrás del sofá.
Revisaron el dormitorio, la cocina, y hasta el baño, pero no había ni rastro del pequeño explorador. Los padres de Sol empezaban a ponerse realmente nerviosos cuando, de repente, escucharon un ruido suave que venía de la cocina. Era como el sonido de algo moviéndose entre los trapos.
Los dos se miraron y se dirigieron hacia el lugar de donde provenía el ruido. Al llegar a la cocina, se dieron cuenta de que el sonido venía de bajo el fregadero. La mamá abrió la puerta del mueble con cuidado, y ahí, entre los trapos y botellas de limpieza (que habían dejado vacías y seguras para evitar accidentes), encontraron a Sol.
Allí estaba, sonriendo y jugando con un par de trapos, feliz de haber encontrado un lugar nuevo y divertido donde esconderse. Su mamá y su papá suspiraron aliviados.
—¡Ahí estás, pequeño travieso! —dijo su papá, mientras la mamá reía y se inclinaba para recogerlo.
—Parece que nuestro pequeño explorador ha encontrado su primera cueva secreta —dijo su mamá, mientras le daba un beso en la mejilla.
Sol se río alegremente, sin comprender del todo el susto que había dado a sus padres. Para él, todo era una gran aventura, y ese día había descubierto que el mundo estaba lleno de lugares interesantes por explorar, incluso si eso significaba meterse bajo el fregadero.
Los padres de Sol decidieron que, a partir de ese día, tendrían que ser más cuidadosos con las puertas y los espacios donde Sol pudiera entrar. Pero también entendieron que tenían un pequeño aventurero lleno de curiosidad y energía, dispuesto a descubrir cada rincón de la casa.
Y así, mientras el sol de la tarde se filtraba por la ventana, los tres se sentaron juntos en el salón, riendo y abrazando a su pequeño explorador, agradecidos de que su aventura hubiera terminado bien.
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