Era una hermosa mañana en el bosque, y el aire olía a flores frescas y hierba recién cortada. Pero en la pequeña cocina de Saltarín, ¡el olor era aún mejor! Saltarín había decidido hacer algo muy especial ese día: quería cocinar una deliciosa comida para todos sus amigos del bosque.
—Hoy vamos a preparar una comida que todos recordarán —dijo Saltarín, ajustándose su pequeño delantal—. Pero voy a necesitar un buen ayudante, ¡Brincón!
Brincón, que siempre estaba dispuesto a ayudar a su mejor amigo, apareció con una gran sonrisa y un gorro de chef que era casi tan grande como él.
—¡Estoy listo para ser tu pinche de cocina! —dijo Brincón con entusiasmo.
Saltarín le dio a Brincón una cuchara de madera y ambos se pusieron manos a la obra. La cocina estaba llena de ingredientes: zanahorias, fresas, hojas verdes y un montón de especias que hacían que el aire se llenara de aromas deliciosos.
—Lo primero que haremos es una sopa de zanahorias —dijo Saltarín—. Brincón, ¿puedes cortar las zanahorias en rodajas mientras yo preparo el caldo?
Brincón, siempre concentrado, se puso a cortar las zanahorias con mucho cuidado. Las zanahorias eran grandes y naranjas, y Brincón las cortaba con tal precisión que parecían perfectas.
—¡Estas zanahorias van a quedar deliciosas! —dijo Brincón mientras seguía cortando.
Mientras tanto, Saltarín preparaba el caldo, añadiendo un poco de sal, algunas hierbas y mucho amor. El caldero burbujeaba y la cocina se llenaba de un aroma cálido y reconfortante.
—Brincón, ¡tienes que probar este caldo! —dijo Saltarín, ofreciéndole una cucharada.
Brincón tomó un sorbo y abrió los ojos con sorpresa.
—¡Está delicioso, Saltarín! ¡Nunca había probado algo tan rico!
—Aún no hemos terminado —dijo Saltarín, sonriendo—. Ahora vamos a hacer una ensalada fresca. ¿Me ayudas a mezclar las hojas verdes?
Brincón, encantado de seguir ayudando, empezó a mezclar las hojas verdes en un gran bol mientras Saltarín le añadía fresas y algunas nueces.
—¡Esto se ve tan bien que casi no quiero comérmelo! —dijo Brincón, riendo.
Después de un rato, la comida estaba lista. La sopa de zanahorias tenía un color brillante, la ensalada estaba fresca y crujiente, y como toque final, Saltarín había hecho unos pequeños pastelitos de fresa.
—¡Es hora de invitar a todos! —dijo Saltarín, emocionado.
Los animales del bosque, que ya habían olido la deliciosa comida desde lejos, empezaron a llegar uno por uno. Había ardillas, pájaros, y hasta un pequeño erizo que se unió al banquete.
—¡Vaya festín! —dijo uno de los pájaros mientras probaba la sopa.
—¡Nunca había comido una ensalada tan sabrosa! —dijo la ardilla, mordiendo una fresa.
Saltarín y Brincón se sentaron juntos, orgullosos de su trabajo en equipo. Sabían que habían hecho algo especial, y más que la comida, lo que más disfrutaron fue haber cocinado juntos.
—Brincón, ¡eres el mejor pinche de cocina! —dijo Saltarín, dándole un gran abrazo.
—Y tú eres el mejor chef del bosque —respondió Brincón, sonriendo.
Al final del día, todos se fueron con el estómago lleno y una sonrisa en el rostro, agradecidos por la deliciosa comida que Saltarín y Brincón habían preparado con tanto cariño.
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