Un día, Rosa estaba cuidando su planta carnívora en el laboratorio de ciencias. La Venus atrapamoscas que había estado cuidando desde hacía semanas se veía saludable y fuerte, pero Rosa notaba que le faltaba algo. Era una planta que necesitaba atrapar insectos para obtener nutrientes, y aunque Rosa había intentado alimentarla con algunas pequeñas presas, parecía que la planta estaba lista para una comida más grande.
De repente, mientras estaba organizando su mesa, una mosca entró volando por la ventana abierta y comenzó a zumbar alrededor del laboratorio. Rosa la observó atentamente.
—¡Esta es mi oportunidad! —pensó emocionada—. Si consigo atrapar esa mosca, mi Venus atrapamoscas tendrá su gran festín.
Con mucho cuidado, Rosa intentó atrapar la mosca con las manos. Se movía lentamente para no asustarla, pero justo cuando estaba a punto de atraparla, la mosca cambió de dirección y se alejó volando por la habitación.
—¡No es tan fácil como parece! —murmuró Rosa.
Decidida a no rendirse, buscó algo para ayudarla. Encontró una pequeña red de atrapar mariposas en uno de los cajones del laboratorio y decidió usarla. Con la red en la mano, corrió de un lado a otro, tratando de cazar a la mosca. Pero cada vez que creía tenerla, la mosca volaba justo fuera de su alcance.
—¡Eres rápida! —exclamó Rosa, frustrada pero decidida.
Después de varios intentos fallidos, se le ocurrió una idea ingeniosa. Colocó algunos tubos de ensayo con líquido dulce cerca de la planta carnívora, pensando que la mosca se sentiría atraída por el aroma y, al acercarse, la planta haría el resto. Observó desde un rincón, esperando pacientemente.
Pero la mosca no parecía interesada en la trampa. En cambio, continuaba zumbando alrededor de la habitación, acercándose a los estantes llenos de frascos y microscopios.
Justo cuando Rosa estaba a punto de hacer otro intento desesperado, su compañera Clara entró al laboratorio. Al abrir la puerta, un viento ligero hizo que la mosca volara rápidamente hacia la salida.
—¡No! —exclamó Rosa, viendo cómo la mosca se escapaba al instante.
En su frustración por atraparla, había olvidado que había dejado los tubos de ensayo mal colocados, y sin querer, los golpeó con la red al girarse. Los tubos cayeron al suelo con un fuerte tintineo y se rompieron en mil pedazos.
—Oh, no… —dijo Rosa con un suspiro—. Todo esto para nada.
Clara, sin darse cuenta de lo que había pasado, se acercó a Rosa con una sonrisa.
—¿Todo bien? —preguntó al ver la escena.
Rosa no pudo evitar reírse de sí misma.
—Solo estaba intentando atrapar una mosca para mi planta carnívora... pero creo que la mosca me ganó esta vez.
Clara también se rió, y juntas recogieron los tubos rotos. Aunque Rosa no logró alimentar a su planta carnívora ese día, aprendió una valiosa lección: a veces, incluso los planes más bien pensados pueden fallar, y lo mejor que puedes hacer es reírte y seguir adelante.
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