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Los cuentos del abuelito Manolo

 Lucía siempre esperaba con ansias el día en que sus padres tenían que ausentarse por trabajo y ella podía quedarse en casa de su abuelo Manolo. Desde pequeña, su abuelo había sido su compañero de aventuras, y aunque ya no construía relojes, su casa seguía llena de artilugios y objetos mecánicos de lo más curiosos. El abuelito Manolo había sido relojero durante muchos años, y aunque ya se había retirado, su pasión por los engranajes, resortes y poleas seguía viva en cada rincón de su hogar.

Lucía disfruta viendo los relojes del abuelo Manolo


Cada vez que Lucía llegaba, su abuelo la recibía con una sonrisa amplia y su característica voz ronca. Lo primero que hacía al entrar a la casa era correr al pequeño taller del abuelo, donde cientos de relojes antiguos y objetos mecánicos decoraban las paredes. Había relojes de todos los tipos: algunos que colgaban del techo con cadenas largas, otros más pequeños que sonaban al dar la hora, y otros tan antiguos que parecían sacados de cuentos de hadas.

—Mira, abuelo, ¿ese reloj también lo hiciste tú? —preguntaba Lucía, siempre curiosa.

—Ah, ese —respondía su abuelo con una sonrisa—. Ese reloj tiene una historia muy especial… Pero te la contaré otro día.

Esa noche, después de cenar, Lucía se preparó para dormir en la habitación de invitados, que era casi como un museo de relojes antiguos y maquetas de inventos que el abuelo Manolo había creado en sus tiempos libres. Desde su cama, podía ver las sombras de las pequeñas maquetas moviéndose en la oscuridad, proyectadas por la luz de la lámpara.

Sin embargo, lo que más le gustaba a Lucía no eran los relojes ni los inventos; era quedarse dormida escuchando las historias que su abuelo inventaba. Historias llenas de aventuras, personajes mágicos y lugares misteriosos, que solo él podía imaginar. Al escuchar su voz ronca y pausada, sentía que cada palabra la envolvía y la llevaba a mundos lejanos.

Esa noche, como siempre, el abuelito Manolo se sentó a su lado, y después de cubrirla bien con las mantas, comenzó a hablar. 

El abuelo Manolo comienza a contarle un cuento a Lucía sentado junto a su cama


—Había una vez… —dijo el abuelo en un susurro, y Lucía cerró los ojos, preparada para dejarse llevar por otro de sus cuentos.

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