Era un día soleado en la guardería, y Carlitos estaba muy emocionado porque había llevado su juguete favorito: un coche rojo de carreras que siempre cuidaba mucho. Durante el recreo, se lo mostró a su amigo Gabriel, que también era fanático de los coches.
—¡Mira, Gabriel! —dijo Carlitos, mostrando el coche con orgullo—. Es el coche de carreras más rápido de todos.
Gabriel, entusiasmado, pidió prestado el coche para jugar un rato, y Carlitos, confiando en su amigo, se lo dejó. Sin embargo, mientras corrían con el coche por el patio, Gabriel lo empujó un poco demasiado fuerte y el coche se estrelló contra una piedra, rompiéndose una de las ruedas.
—¡Oh, no! —exclamó Gabriel, sintiéndose muy mal—. ¡Lo rompí!
Carlitos corrió hacia el coche y al ver la rueda rota, sintió que algo se rompía también en su corazón. Era su juguete favorito, y ahora estaba dañado.
—¡Gabriel! ¡Ese era mi coche favorito! —dijo Carlitos, con lágrimas en los ojos.
Gabriel bajó la cabeza, avergonzado. No había querido romper el coche, y sabía lo mucho que significaba para Carlitos. Sin saber qué decir, solo pudo susurrar:
—Lo siento, Carlitos... No quise hacerlo...
Carlitos estaba muy enfadado y se alejó sin decir nada más. Durante el resto del día, evitó a Gabriel y no quiso hablarle. Se sentía dolido por lo que había pasado.
Al día siguiente, Gabriel decidió hacer algo para arreglar la situación. Había pasado toda la tarde anterior pensando en cómo podría compensar a su amigo, y tuvo una idea. Llegó a la guardería con un pequeño paquete envuelto en papel de colores y lo llevó a donde estaba Carlitos.
—Carlitos —dijo Gabriel con voz temblorosa—. Siento mucho lo que pasó con tu coche. Te traje esto, espero que te guste.
Carlitos miró el paquete con curiosidad y lo abrió. Dentro encontró un pequeño coche nuevo. No era exactamente igual al que se había roto, pero era bonito y se notaba que Gabriel había puesto mucho esfuerzo en elegirlo.
—Gracias, Gabriel... —dijo Carlitos en voz baja—. Pero lo que más me importa es que somos amigos.
Gabriel sonrió al escuchar esas palabras y se sintió aliviado.
Desde ese día, Carlitos y Gabriel entendieron que la amistad es más importante que cualquier juguete, y aprendieron que perdonar es una de las cosas más valiosas que pueden compartir.
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