Era un día normal en la guardería, pero para Carlitos, había algo muy especial en el aire. Desde la mañana, había notado que uno de sus dientes se movía mucho más de lo normal. Mientras jugaba con sus amigos Gabriel y Mateo, de repente, sintió que su diente se soltó por completo y cayó en su mano.
—¡Miren, chicos! ¡Se me cayó el diente! —exclamó Carlitos, mostrando el pequeño diente blanco en la palma de su mano.
—¡Guau, Carlitos! —dijo Gabriel emocionado—. ¡Eso significa que esta noche vendrá el Ratoncito Pérez!
—¿El Ratoncito Pérez? —preguntó Carlitos, con los ojos muy abiertos—. ¿Quién es ese?
Mateo se acercó y le explicó:
—El Ratoncito Pérez es un ratón mágico que viene a buscar los dientes que se caen. Los cambia por una moneda o algún regalito. Solo tienes que poner el diente debajo de la almohada.
Carlitos se quedó pensando en lo que acababa de escuchar. La idea de un ratón mágico que entraba en su habitación por la noche le parecía muy emocionante. Pero en lugar de esperar a que el Ratoncito Pérez viniera, a Carlitos se le ocurrió una idea mucho más divertida.
—¿Y si en lugar de esperar a que el Ratoncito Pérez se lleve mi diente, lo atrapamos? —dijo Carlitos, con una sonrisa traviesa.
Gabriel y Mateo se miraron con sorpresa.
—¿Atrapar al Ratoncito Pérez? —preguntó Gabriel—. ¿Cómo haríamos eso?
—¡Es fácil! —respondió Carlitos—. Pondremos una trampa con una cajita y un poco de queso. Cuando venga a llevarse el diente, ¡lo atraparemos y podremos conocerlo en persona!
Los tres amigos se entusiasmaron con la idea y empezaron a planear el "Gran Plan para Cazar al Ratoncito Pérez". En la guardería encontraron una pequeña cajita de cartón y un trocito de queso que había sobrado del almuerzo. Decidieron que esa misma noche pondrían la trampa bajo la cama de Carlitos, junto con el diente.
Cuando llegó la noche, Carlitos preparó la trampa. Colocó la cajita con el queso y el diente justo al lado de su almohada. Se acostó y trató de mantenerse despierto, aunque sus ojitos se iban cerrando poco a poco. Finalmente, el cansancio fue más fuerte y se quedó profundamente dormido.
A la mañana siguiente, Carlitos se despertó emocionado y miró rápidamente debajo de la almohada. Para su sorpresa, la trampa estaba cerrada, pero cuando la abrió, no había ningún ratoncito. En su lugar, encontró una moneda brillante y un pequeño pedazo de papel.
Tomó el papel con curiosidad y vio que tenía un mensaje escrito. Decía: "Querido Carlitos, soy el Ratoncito Pérez. Gracias por el queso, estaba delicioso. ¡Eres muy ingenioso, pero soy demasiado rápido para atraparme! Hasta la próxima vez. —Ratoncito Pérez"
Carlitos no podía creerlo. Aunque no había atrapado al Ratoncito Pérez, había recibido una nota especial y la moneda como regalo.
Cuando llegó a la guardería, mostró la nota a Gabriel y Mateo, quienes quedaron impresionados.
—¡El Ratoncito Pérez te dejó una nota! —dijo Gabriel—. ¡Eso es incluso mejor que atraparlo!
—Sí, y parece que le gustó el queso —respondió Carlitos, sonriendo.
Desde ese día, Carlitos supo que aunque no había atrapado al Ratoncito Pérez, había vivido una aventura mágica que nunca olvidaría. Y decidió que, para la próxima vez que se le cayera un diente, pondría otro trozo de queso... por si acaso.
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