Un día, mientras jugaban en el patio de la guardería, Carlitos, Gabriel y Mateo notaron algo peculiar en un rincón que no solían visitar. Era un árbol grande con hojas verdes y brillantes, y en sus ramas colgaban pequeños papeles de colores atados con cintas.
—¡Miren! —exclamó Carlitos, señalando los papeles—. ¡Ese árbol está lleno de papelitos!
Los tres amigos se acercaron para ver mejor. Al llegar, se dieron cuenta de que cada papelito tenía algo escrito. Algunos eran dibujos y otros tenían palabras, como "quiero un perro" o "deseo ser un astronauta".
—¿Qué es esto? —preguntó Gabriel, observando los papeles con curiosidad.
—Parece que la gente escribe sus deseos y los cuelga en el árbol —dijo Mateo, leyendo uno de los papelitos—. ¡Este dice que quiere un helado gigante!
Carlitos se quedó pensando mientras miraba los papeles colgando de las ramas. ¿Podría ser que este fuera un árbol mágico, capaz de cumplir los deseos que colgaban en sus ramas?
—Oigan, ¿y si este árbol tiene poderes mágicos? —preguntó Carlitos, con los ojos muy abiertos—. ¡Tal vez pueda hacer que los deseos se hagan realidad!
Gabriel y Mateo miraron a Carlitos sorprendidos. La idea de un árbol de los deseos mágico les parecía emocionante, así que decidieron probar suerte y colgar sus propios deseos en las ramas. Cada uno tomó un pedazo de papel y una cinta de colores.
—Yo voy a pedir un viaje en globo aerostático —dijo Gabriel, escribiendo su deseo en el papel antes de colgarlo.
—Y yo quiero encontrar un tesoro pirata —añadió Mateo, colgando el suyo en una rama más alta.
Carlitos escribió su deseo con mucho cuidado: "Quiero volar como un superhéroe." Luego, ató el papelito con una cinta roja y lo dejó en una de las ramas más bajas del árbol.
—¿Y ahora qué? —preguntó Mateo, mirando las ramas llenas de deseos—. ¿Qué hacemos para que el árbol haga magia?
—Tal vez debamos cuidar el árbol y ser amables con él —sugirió Gabriel—. Podríamos regarlo y hablarle todos los días.
Durante las siguientes semanas, los tres amigos visitaron el árbol de los deseos todos los días. Lo regaban con agua, le cantaban canciones y colgaban más papelitos. Cada vez que veían una nueva hoja o una flor, se emocionaban pensando que el árbol estaba respondiendo a su cuidado.
Un día, mientras jugaban cerca del árbol, vieron algo sorprendente. En el cielo, un globo aerostático pasó flotando a lo lejos. Los tres amigos lo miraron con asombro.
—¡Gabriel, tu deseo! —gritó Carlitos, señalando el globo.
—¡Es verdad! —respondió Gabriel, sin poder creerlo.
Aunque no estaban seguros de si el árbol realmente había hecho que el globo apareciera, les gustaba pensar que sí. Desde ese momento, Carlitos, Gabriel y Mateo creyeron en la magia del árbol y siguieron colgando sus deseos, siempre con la esperanza de que algún día, todos sus sueños se hicieran realidad.
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