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Carlitos, Mateo y la tarta de cumpleaños

 Era un día especial en la guardería. Todos los niños estaban muy emocionados porque era el cumpleaños de Sofía, una de sus compañeras. La profesora había traído una tarta de chocolate con fresas y la había colocado en una mesa del centro, lista para repartir. Todos se sentaron alrededor, esperando con ansias su trozo.

Gabriel, el mejor amigo de Carlitos, fue uno de los primeros en recibir su pedazo de tarta. Con una gran sonrisa, se lo llevó a la mesa para empezar a disfrutarlo. Cuando llegó el turno de Carlitos, estaba listo para recibir su trozo, pero de repente Mateo, un niño nuevo en la guardería, se adelantó y tomó el trozo que la profesora estaba a punto de darle.

—¡Ese era mi trozo! —exclamó Carlitos, sintiéndose molesto.

Mateo miró a Carlitos con sorpresa. No había pensado en que estaba tomando el pedazo de otro niño; solo había estado muy emocionado por la tarta.

—Perdón, no lo sabía —dijo Mateo, sintiéndose un poco avergonzado.

Carlitos se enfada con Gabriel

Carlitos frunció el ceño. No estaba seguro de si Mateo lo había hecho a propósito o no, pero en ese momento, la profesora intervino con una sonrisa.

—Tranquilos, chicos. Hay tarta suficiente para todos —dijo mientras cortaba otro trozo para Carlitos—. Y después de comer la tarta, ¿por qué no jugáis todos juntos? Estoy segura de que Mateo también quiere hacer nuevos amigos.

Carlitos miró a Mateo, que estaba sentado solo en la mesa con su trozo de tarta. Gabriel, que estaba observando todo desde su asiento, se levantó y le dio una palmada en el hombro a Carlitos.

—Vamos, Carlitos, no pasa nada. Mateo es nuevo aquí, ¿por qué no le enseñamos cómo hacemos las cosas en la guardería?

Carlitos pensó por un momento y luego se acercó a Mateo. Al ver la mirada de disculpa de Mateo, su molestia comenzó a desaparecer.

—Oye, Mateo, ¿quieres jugar con nosotros después de la tarta? —le preguntó Carlitos, con una sonrisa amigable.

Mateo levantó la vista, sorprendido por la invitación.

—¿De verdad puedo? —preguntó con una pequeña sonrisa.

—¡Claro que sí! —dijo Gabriel, uniéndose a ellos—. Tenemos un juego genial que te va a encantar.

Después de terminar la tarta, Carlitos, Gabriel y Mateo salieron al patio de la guardería para jugar juntos. Empezaron con un juego de pelota y se reían tanto que parecía que se conocían desde siempre. Mateo, que había llegado a la guardería sintiéndose un poco solo, se dio cuenta de que había encontrado dos nuevos amigos.


Desde ese día, los tres niños formaron "La Panda de los Amigos", y siempre estaban juntos para jugar, compartir y aprender cosas nuevas. Carlitos aprendió que, a veces, un pequeño malentendido podía ser el comienzo de una gran amistad.

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