Era una mañana soleada en el bosque, y Saltarín y Brincón , dos conejitos llenos de curiosidad, habían decidido aventurarse un poco más allá de su habitual zona de juegos. Llevaban mucho tiempo explorando las partes más seguras del bosque, pero ese día querían algo distinto. Querían ver qué había más allá del viejo roble, el gran árbol que marcaba el límite de su territorio conocido. —¿Crees que habrá algo interesante más allá del roble? —preguntó Saltarín, con sus orejas erguidas y los ojos llenos de emoción. —Seguro que sí, siempre he tenido curiosidad por saber qué hay más allá —respondió Brincón, dando un pequeño salto de entusiasmo. Los dos conejitos saltaron juntos, cruzando el límite que sus padres siempre les habían dicho que no debían pasar. La emoción de lo desconocido los guiaba mientras se adentraban en una parte del bosque que nunca habían visto antes. Había plantas nuevas, aromas diferentes y una extraña sensación de aventura que los envolvía. Saltarín y Brincón se ...
El pequeño Sol , de apenas un año de edad, tenía una rutina que siempre seguía al pie de la letra: su siesta de después de la comida. Cada tarde, justo después de comer, era el momento de descansar. Sus padres lo acostaban en su cuna y Sol se dormía plácidamente. Sin embargo, ese día fue diferente. Estaban visitando a unos familiares y decidieron salir a pasear por el centro de la ciudad justo después de la comida. Para Sol, esto significaba una gran prueba, ya que no perdonaba su siesta por nada del mundo. El pequeño Sol iba agarrado de la mano de su madre, tambaleándose un poco a medida que sus ojitos se cerraban. El ruido de la calle y las risas de sus primos no parecían ayudar a mantenerlo despierto. Sus padres, al notarlo, intercambiaron una sonrisa cómplice; sabían que Sol no tardaría en quedarse dormido, aunque estuvieran de paseo. Y así fue. En medio del bullicio de la ciudad, entre risas y conversaciones, Sol se quedó dormido . Sin dejar de caminar, con su pequeña mano bi...